La Habana (PL) Con 15 tormentas tropicales, esta temporada ciclónica en las aguas del Atlántico rompe varios récords y enciende muchas alarmas, pues confirma que el cambio climático es una realidad inminente.
Según fuentes especializadas, 12 tormentas tropicales, de las cuales seis alcanzan la potencia de un huracán, es el promedio de eventos meteorológicos que se producen durante los meses más turbulentos en dicho océano, del 1 de junio al 30 de noviembre.
Sin embargo, antes de empezar octubre, en este 2017 la región del Caribe y las Antillas ya ha sido azotada por una quincena de tormentas, incluyendo los seis huracanes anticipados, de una intensidad tan insólita como devastadora.
Al respecto, el climatólogo alemán Anders Levermann explicó que el calentamiento global asociado al cambio climático generará huracanes cada vez más fuertes, lo cual quedó demostrado con el paso del devastador huracán Irma por el Caribe y Florida, Estados Unidos.
En su punto más fuerte, dicho ciclón alcanzó vientos de 297 kilómetros por hora, más que cualquier otro huracán registrado en la cuenca del Atlántico en la historia.
De hecho, ese meteoro duró tres días siendo un huracán de categoría 5, la más alta de todas en la escala Saffir Simpson.
Su antecesor, Harvey (categoría 4) arrojó un récord de 1,29 metros de lluvia mientras pasaba por Texas y Louisiana.
Pero, a ciencia cierta ¿por qué se atribuye el empeoramiento del impacto de los huracanes al cambio climático?
La principal prueba científica es una ley física bien establecida: la ecuación Clausius-Clapeyron, la cual afirma que una atmósfera más cálida contiene más humedad.
Según esta premisa, por cada grado adicional, la atmósfera puede contener un siete por ciento más de agua, y esto tiende a hacer que los eventos de lluvia sean más extremos cuando ocurren.
Otro elemento que podemos mencionar con cierta confianza es la temperatura de los mares.
Los huracanes crecen y se fortalecen en intensidad sobre aguas más cálidas, y, según reportes climatológicos internacionales, los océanos se calentaron en promedio entre uno y tres grados Fahrenheit durante el siglo pasado.
«Esos fenómenos meteorológicos sólo se forman sobre aguas que tienen al menos una temperatura de 26,51 grados Celcius», explicó el director de políticas y comunicación del Instituto Grantham de Investigaciones sobre Cambio Climático y Medio Ambiente en el Reino Unido, Bob Ward.
«Las temperaturas superficiales promedio del mar han estado aumentando, y algunas regiones del Atlántico Norte y el Golfo de México están más calientes ahora que el promedio», añadió el experto británico.
Por lo general, cuanto más caliente estén las aguas del mar, más poderosas son las tormentas, concluyó el científico.
«Los huracanes absorben energía y se mantienen vivos gracias a la temperatura marina superficial, que debe estar entre los 26 y 27 grados Celsius», agregó.
En este punto, agregó el especialista en declaraciones a la página BBC Mundo, se debe tener en cuenta el aumento de las temperaturas asociado al cambio climático y a las emisiones de gases nocivos a la atmósfera.
Del calor excedente del efecto invernadero, sólo el siete por ciento se evidencia en la temperatura de la superficie y el 93 restante es absorbido por el mar, indicó.
«Si la superficie oceánica es más cálida, hay mayor calor para que se generen tormentas y ciclones muy dañinos, pero ese factor no implica que aumente su frecuencia cada año», advirtió.
Con esta idea coincidió el profesor de la Universidad Paul-Sebatier en Francia, Franck Roux.
En un estudio, el experto consideró que si bien el calentamiento del planeta podría aumentar la fuerza de los eventos meteorológicos, no hay datos suficientes para predecir si incidirá en su frecuencia.
En el Atlántico norte desde hace dos décadas se constató un aumento de la frecuencia de tormentas y huracanes, al contrario que entre 1970 y 1995, dijo el meteorólogo galo.
En esa región, añadió, la actividad ciclónica sigue ciclos de varias decenas de años y aún no es posible decir si el aumento del número de ciclones en la zona se debe a una variabilidad natural o al cambio climático.
«La intensidad, frecuencia y duración de los huracanes del Atlántico Norte ha aumentado desde comienzos de los años 80», según la última Evaluación Nacional del Clima, un reporte periódico elaborado por un equipo de más de 300 científicos y otros expertos de Estados Unidos.
Desde 2014 ese conglomerado de expertos, que la administración del presidente norteamericano Donald Trump amenaza con disolver, confirmó que la frecuencia de las tormentas más fuertes (huracanes de categoría 4 y 5) creció en las últimas décadas.
En resumen, la temporada ciclónica de 2017 en el Atlántico, que aún no termina, es una prueba fehaciente de que el cambio climático no es un problema del futuro sino una amenaza real del presente.